El teléfono suena de madrugada. Ángel Costa -un detective agresivo pero eficaz- se despierta y tarda en responder. Cuando lo hace, reconoce la voz de la última persona a la que querría oír.
Su mejor amigo de juventud -el mismo con el que no se habla desde hace años- está en peligro.
Sevilla, 1992. Rocío Petón, la directora de la Expo92, acude a la agencia de Detectives Alkorta en busca de ayuda. En sus manos lleva una carta de suicidio con su letra y firma… que jura no haber escrito.
Roma, 1998. El detective Costa necesita una noche tranquila, pero sus aspiraciones se truncan cuando un desconocido le obliga a aceptar un encargo especial: desenterrar un cuerpo del cementerio… de alguien que aún no ha muerto.
«En 1990, en un edificio abandonado en mitad del campo, encontré a un anciano encadenado a una cama. Lo habían mantenido medio muerto durante veinticinco años, alimentándolo con la cantidad justa de agua y pan para no dejarlo morir del todo.
Ahora que por fin he salido de prisión, necesito contar cómo lo encontré, por qué estaba allí y, sobre todo, quién fue aquel hombre».
Tras atrapar a miles de lectores con la Saga Costa (Costa, El Varón y El Mapa), Chema de Aquino aparca a su detective favorito para mezclar realidad y ficción en Los Secretos de Castillo.
Chema de Aquino (Sevilla, 1988) es un escritor autopublicado, es decir, no tiene una editorial detrás ni una gran campaña de marketing para darse a conocer, sin embargo, ya ha conseguido llegar a más de 4.000 lectores con la Saga Costa.
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